martes, 17 de marzo de 2015

Ironia, instrucciones de uso

Tanto en la gran mayoria de los tweetts- pasando por estados de face, articulos perodísticos, crítica literaria, cultural- como en la literatura que se publica actualmente, todo el discurso está saturado de ironía. Está de moda. Acá, en una de sus cartas al joven poeta, Rilke nos enseña a usarla bien.
II
Viareggio, cerca de Pisa (Italia), a 5 de abril de 1903
Ha de perdonarme, distinguido y estimado señor, que haya tardado hasta hoy para recordar con gratitud su carta del 24 de febrero. Durante todo este tiempo me encontré bastante mal. No precisamente enfermo, pero sí abatido y presa de una postración de carácter gripal, que me inhabilitaba para todo. Finalmente, al ver que ni por asomo llegaba a operarse ningún cambio en mi estado, acabé por acudir a orillas de este mar meridional, cuya acción bienhechora ya me fue de algún alivio en otra ocasión. Pero aun no estoy restablecido. Todavía me cuesta escribir. Así, pues, tendrá usted que acoger estas pocas líneas en lugar de muchas más.

Sepa, desde luego, que me causará siempre alegría con cada una de sus cartas. Sólo habrá de ser indulgente con mis respuestas, que quizás lo dejen a menudo sin nada entre las manos. Y es que en realidad, sobre todo ante las cosas más hondas y más importantes, nos hallamos en medio de una soledad sin nombre. Para poder aconsejar y, más aun, para poder ayudar a otro ser, deben ocurrir y lograrse muchas cosas. Y para que se llegue a acertar una sola vez, debe darse toda una constelación de circunstancias propicias.

Sólo dos cosas más querría decirle hoy:

En primer lugar, algo acerca de la ironía. No se deje dominar por ella, y menos que en cualquier otra ocasión, en los momentos de esterilidad. En los que sean fecundos, procure aprovecharla como un medio más para comprender la vida. Empleada con pureza, también la ironía es pura, y no hay por qué avergonzarse de ella. Pero si usted siente que le es ya demasiado familiar y teme su creciente intimidad, vuélvase entonces hacia grandes y serios asuntos, ante los cuales ella quedará siempre pequeña y desamparada. Busque la profundidad de las cosas: hasta allí nunca logra descender la ironía... Y cuando la haya llevado así al borde de lo sublime, averigüe al mismo tiempo si ese modo de entender la vida brota de una necesidad propia y esencial. Pues entonces, bajo el influjo de las cosas serias, acabará por desprenderse de usted -si es algo meramente accidental-; o bien -si es que realmente le pertenece como algo innato- cobrará fuerza, y se convertirá en un instrumento serio para incluirse entre los medios con que usted habrá de plasmar su arte.

Lo otro que yo quería decirle es esto: De todos mis libros, muy pocos me son imprescindibles. En rigor, sólo dos están siempre entre mis cosas, dondequiera que yo me halle. También aquí los tengo conmigo: la Biblia y las obras del poeta danés Jens Peter Jacobsen. Se me ocurre pensar si usted las conoce. Puede adquirirlas fácilmente, ya que algunas de ellas han sido publicadas -muy bien traducidas por cierto- en la "Biblioteca Universal" de las "Ediciones Reclam". Procúrese los Seis cuentos de J. P. Jacobsen así como su novela Niels Lyhne, y empiece por leer, en el primer librito, el primer cuento, que lleva por título "Mogens": Le sobrecogerá un mundo; la dicha, la riqueza, la inconcebible grandiosidad de todo un mundo. Permanezca y viva por algún tiempo en estos libros, y aprenda de ellos cuanto le parezca digno de ser aprendido. Ante todo, ámelos: su cariño le será pagado miles y miles de veces. Y, cualquiera que pueda llegar a ser más adelante el rumbo de su vida, estoy seguro de que ese amor cruzará siempre la urdimbre de su existencia, como uno de los hilos más importantes en la trama de sus experiencias, de sus desengaños y de sus alegrías.

Si yo he de decirle quien me enseñó algo acerca del crear, de su esencia, de su profundidad y de cuanto en él hay de eterno, sólo puedo citar dos nombres: el del grande, muy grande Jacobsen [2] y el de Auguste Rodin [3], el escultor sin par entre todos los artistas que viven en la actualidad.

¡Que siempre le salga todo bien en sus caminos!

Su
Rainer Maria Rilke

jueves, 19 de febrero de 2015

¿Pedagogía? Si.




Ahora que mis mejores amigos me dieron una ahijada hermosa, estoy releflexionando cosas como estas:

Dice Gramsci

Pero en conjunto (sus cartas) me han dado la impresión de que tú y otros miembros de tu familia sois demasiado metafísicos, al presuponer que el niño contiene al hombre entero en potencia, siendo preciso por tanto ayudar al desarrollo de ese contenido latente sin ejercer nin­guna clase de coacción, dejando actuar a las fuerzas espontáneas de la naturaleza o qué sé yo. Por mi parte, pienso que el hombre es toda una formación histórica, obtenida a través de la coerción (entendida en el sentido más general que el de brutalidad y violencia externa), y además pienso que de otro modo se caería en una forma de trascen­dencia o de inmanencia. Lo que se toma por una fuerza latente no es, en su mayor parte, sino el complejo informe e indiferenciado de las imágenes y sensaciones de los primeros días, de los primeros meses, de los primeros años de la vida; imágenes y sensaciones que no siempre corresponden a lo mejor según nuestros deseos. Esta ma­nera de concebir la educación como el desenredar una madeja ya preexistente tuvo su importancia cuando se trataba de oponerla a la escuela jesuítica, por cuanto negaba una filosofía aún peor, pero hoy está superada a su vez. Renunciar a formar al niño no significa otra cosa sino permitir que se desarrolle su personalidad acogiendo caóti­camente del ambiente general todos los motivos que han de formar su vida. Es extraño e interesante que el psicoanálisis de Freud haya creado, especialmente en Alemania, tendencias similares a las que rigieron en Francia en el siglo XVIII, y que aparezca de nuevo el tipo del buen salvaje corrompido por la sociedad, esto es, por la historia. Resulta una nueva forma de desorden intelectual muy interesante“.

Dice José Prieto, un comentador de la obra de Antonio

Educación crítica

Al poner el acento sobre el elemento voluntarista de la educación Gramsci resalta la necesidad de que no provenga de la familia del niño y de que no actúe como puro individuo, sino que sea portador de los temas más importantes del grupo social. Según Gramsci, para educar es necesario un aparato cultural a través del cual la genera­ción anterior transmita a la generación de los jóvenes toda la expe­riencia del pasado —de las generaciones pasadas— y les haga ad­quirir sus inclinaciones y hábitos. Incluso los físicos y técnicos que se adquieren con la repetición. Esta transmisión de contenidos culturales de la vieja a la nueva generación se realiza especialmente a través de la escuela. Es decir, de la obra del maestro que en su trabajo realiza el nexo instrucción-educación, ya que para Gramsci no puede existir, al menos en teoría, una instrucción sin educación.
En definitiva, para Gramsci, maestro no es sólo el que enseña en la Escuela, sino que el verdadero maestro, el educador, es aquel que representando la conciencia crítica de la sociedad, y teniendo en cuenta el tipo de hombre colectivo que se encuentra representado en la Escuela, asume el papel de moderador entre la sociedad en gene­ral y la sociedad infantil en desarrollo. Es también educador quien secunda estimula el proceso evolutivo a través de la búsqueda de un equilibrio dinámico y dialéctico entre imposición social e iniciativa autónoma del individuo. Gramsci considera también al maestro como intelectual, es decir, como un dirigente (especialista político) que tra­baja en el campo de la educación difundiendo la ideología del bloque histórico dominante o tratando de elaborar la hegemonía del nuevo bloque emergente. De ahí la necesidad de que el educador sea también educado ya que, según la célebre Tercera tesis de Marx sobre Feuerbach, “la doctrina materialista de que los hombres son el pro­ducto del ambiente y que, por lo tanto, los cambios en los hombres son el de otros cambios en el ambiente no tiene en cuenta que tam­bién los hombres puedan modificar el ambiente y de que el educador de ser a su vez educado“.

viernes, 16 de enero de 2015

Contra el cinismo

 
 
"...Hay que adaptarse de algún modo a eso que llamamos la realidad para poder ajustar cuentas con ella. Esta realidad tiene hoy rasgos muy identificables, porque su violencia es la de una fúnebre vitalidad que se propaga por todas partes: pérdida de antiguos valores (independientemente de cómo se los juzgue); aburguesamiento total; se compensa la aceptación del consumo con la excusa de un ostentoso anhelo democrático; se compensa el conformismo más degradado con el pretexto de una ostentosa exigencia de tolerancia. Es cierto que hay gente que sigue actuando movida por la inercia de unas necesidades civiles que se defienden desde hace unos 10 años, que lucha por una sincera inquietud democrática y en nombre de una tolerancia real. Hace 10 años, sin embargo, los significados de la palabra "obediencia" y "desobediencia" eran profundamente distintos. La palabra "obediencia" todavía provocaba aquel horrible sentimiento que arrastraba tras décadas de contrarreforma, de clericalismo, de moralismo pequeño-burgués y de fascismo; mientras que la palabra "desobediencia" todavía significaba el maravilloso sentimiento que daba el rebelarse contra todo eso.
"Pero todo eso, contrariamente a cualquier lógica que nosotros llamamos histórica,  no fue desplazado por una rebelión de los desobedientes sino, inesperadamente, por la primera gran revolución auténtica de la derecha capitalista. Ahora la contrarreforma, el clericalismo, el moralismo pequeño-burgués y el fascismo son residuos que resultan una molestia para este nuevo poder. ¿Acaso luchamos contra esos residuos? ¿Son sus normas las que tenemos que desobedecer? La característica más clara de esta revolución capitalista es su carácter destructor: su primera exigencia es desembarazarse de un universo moral que le impide la expansión.
"Observemos por ejemplo la criminalidad italiana. No es un análisis marginal. No se trata de un mundo particular que se puede relegar al apartado de las últimas noticias. La criminalidad italiana es un fenómeno imponente y primario de la nueva condición de la vida italiana. No sólo los delincuentes tradicionales sino la masa joven italiana a secas (excepto élites reducidas, por lo general jóvenes afiliados al PCI) está formada por criminaloides. Esos cientos de miles o millones de jóvenes que sufren la pérdida de los valores de una cultura y que no han hallado todavía a su alrededor los valores de una nueva cultura (tal y como nosotros la configuramos) aceptan con descaro y violencia los valores de la cultura del consumo (que nosotros rechazamos), a la vez que declaran un progresismo verbal.
"Pues bien, para todos estos jóvenes es válido el modelo del “desobediente”. Ninguno de ellos se considera “obediente”. En realidad, las palabras han invertido su significado: de acuerdo con la ideología destructora del nuevo capitalismo, el que se cree desobediente y se exhibe como tal, es en realidad obediente. El que disiente de este proceso destructor -y se considera obediente por creer en los valores que el capitalismo está destruyendo- resulta ser, por tanto, el auténtico desobediente. La destrucción es el signo dominante de este modelo de falsa desobediencia (falta de respeto, burla, desprecio por la piedad) en que consiste hoy la obediencia de siempre".
(Pier Paolo Pasolini, fragmentos de su Carta a Marco Panella, Corriere della Sera, 18 de julio de 1975)