jueves, 19 de febrero de 2015

¿Pedagogía? Si.




Ahora que mis mejores amigos me dieron una ahijada hermosa, estoy releflexionando cosas como estas:

Dice Gramsci

Pero en conjunto (sus cartas) me han dado la impresión de que tú y otros miembros de tu familia sois demasiado metafísicos, al presuponer que el niño contiene al hombre entero en potencia, siendo preciso por tanto ayudar al desarrollo de ese contenido latente sin ejercer nin­guna clase de coacción, dejando actuar a las fuerzas espontáneas de la naturaleza o qué sé yo. Por mi parte, pienso que el hombre es toda una formación histórica, obtenida a través de la coerción (entendida en el sentido más general que el de brutalidad y violencia externa), y además pienso que de otro modo se caería en una forma de trascen­dencia o de inmanencia. Lo que se toma por una fuerza latente no es, en su mayor parte, sino el complejo informe e indiferenciado de las imágenes y sensaciones de los primeros días, de los primeros meses, de los primeros años de la vida; imágenes y sensaciones que no siempre corresponden a lo mejor según nuestros deseos. Esta ma­nera de concebir la educación como el desenredar una madeja ya preexistente tuvo su importancia cuando se trataba de oponerla a la escuela jesuítica, por cuanto negaba una filosofía aún peor, pero hoy está superada a su vez. Renunciar a formar al niño no significa otra cosa sino permitir que se desarrolle su personalidad acogiendo caóti­camente del ambiente general todos los motivos que han de formar su vida. Es extraño e interesante que el psicoanálisis de Freud haya creado, especialmente en Alemania, tendencias similares a las que rigieron en Francia en el siglo XVIII, y que aparezca de nuevo el tipo del buen salvaje corrompido por la sociedad, esto es, por la historia. Resulta una nueva forma de desorden intelectual muy interesante“.

Dice José Prieto, un comentador de la obra de Antonio

Educación crítica

Al poner el acento sobre el elemento voluntarista de la educación Gramsci resalta la necesidad de que no provenga de la familia del niño y de que no actúe como puro individuo, sino que sea portador de los temas más importantes del grupo social. Según Gramsci, para educar es necesario un aparato cultural a través del cual la genera­ción anterior transmita a la generación de los jóvenes toda la expe­riencia del pasado —de las generaciones pasadas— y les haga ad­quirir sus inclinaciones y hábitos. Incluso los físicos y técnicos que se adquieren con la repetición. Esta transmisión de contenidos culturales de la vieja a la nueva generación se realiza especialmente a través de la escuela. Es decir, de la obra del maestro que en su trabajo realiza el nexo instrucción-educación, ya que para Gramsci no puede existir, al menos en teoría, una instrucción sin educación.
En definitiva, para Gramsci, maestro no es sólo el que enseña en la Escuela, sino que el verdadero maestro, el educador, es aquel que representando la conciencia crítica de la sociedad, y teniendo en cuenta el tipo de hombre colectivo que se encuentra representado en la Escuela, asume el papel de moderador entre la sociedad en gene­ral y la sociedad infantil en desarrollo. Es también educador quien secunda estimula el proceso evolutivo a través de la búsqueda de un equilibrio dinámico y dialéctico entre imposición social e iniciativa autónoma del individuo. Gramsci considera también al maestro como intelectual, es decir, como un dirigente (especialista político) que tra­baja en el campo de la educación difundiendo la ideología del bloque histórico dominante o tratando de elaborar la hegemonía del nuevo bloque emergente. De ahí la necesidad de que el educador sea también educado ya que, según la célebre Tercera tesis de Marx sobre Feuerbach, “la doctrina materialista de que los hombres son el pro­ducto del ambiente y que, por lo tanto, los cambios en los hombres son el de otros cambios en el ambiente no tiene en cuenta que tam­bién los hombres puedan modificar el ambiente y de que el educador de ser a su vez educado“.